"El hombre es la medida de todas las cosas".
Protágoras.
Los hombres cuentan la historia del hombre (la historia, ciencia del hombre como todas las otras ciencias), el hombre aparece o eso dicen y “aparecer” es un concepto que inventaron y pronuncian los hombres como todos los otros conceptos que usan al hablar los hombres. Hablar comunica a los hombres con otros hombres mediante el lenguaje que fue asimilado o artificio elaborado (mística de poca credibilidad según los hombres, pero aunque alejada de la razón no deja de ser validada) por los hombres para transmitir mensajes acerca del hombre, de cómo pensaba el hombre al hombre, de la naturaleza que percibía el hombre según la óptica del hombre, de las cosas con las que interactuaba el hombre, y este las descubría o las inventaba en base a su creatividad (facultad del hombre según el mismo hombre), de los supuestos del hombre acerca de lo que el hombre desconoce (orígenes, fines, el presente punto intermedio), al hombre le genera duda y al hombre le incita responder, porque responder es una práctica del hombre que apacigua por instantes (medida indeterminada del tiempo, encuadre que el hombre –dice- encuentra en todas partes) al hombre. Por ésta misma incertidumbre que al hombre aqueja, creyó en otros seres distintos al hombre que primeramente fueron resultado de la imaginación del hombre, pero como el hombre sólo se tenía a sí (soledad del hombre) no pudo crear algo realmente distinto del hombre (el hombre creó a dios, a las deidades a su imagen y semejanza), era particularmente una idealización del hombre respecto al hombre o en su defecto: el listado de facultades contrarias a las del hombre vertidas en este infructuoso intento del hombre que sólo refleja su frustración porque la creencia no funciona, en cierta medida ya no puede controlar el dogma que el mismo hombre articuló, diferenciar entre lo real y lo fantástico aunque ambos sean consideraciones del hombre sobre la realidad del hombre y como segunda consecuencia, el hombre reconoce que el hombre no puede salvar al hombre, si esa es la pretensión del hombre está condenado –y no por querer salvarse el mismo, sino por pretender salvarse de los designios de un ser que representa los límites del hombre, por esto dios puede hacer lo que el hombre no consigue pero no puede explicar cómo lo hace: el hombre sigue sin responderse, dios le resulta inútil, a lo sumo, apenas un paliativo-.
El hombre en su relación con los otros animales, los caza y los defiende del propio hombre; extermina la vegetación que protege.
El hombre hizo la guerra, perfeccionó la técnica que el hombre practicaba desde la cerámica que el hombre moldeaba y el hombre mercaba, la orfebrería con la que el hombre cortaba y pulía las piedras que el hombre extraía de las minas. Construyó las armas blandidas por el hombre para matar hombres y conquistar poblaciones de otros hombres; corrió la sangre del hombre por el acero del hombre. Al perecer los hombres se pudrieron como todas las especies, como todas las bestias, y según las mitologías producto de las ideas del hombre, el hombre pensó que al morir en batalla contra otros hombres –con implicación política, económica o territorial que sólo a los hombres importa-, iría al valle de los héroes, todos hombres, hasta el final de los tiempos y del hombre, final del cual el hombre quiere escapar con más poesía escrita por el hombre; el hombre pretender escapar del final que el propio hombre dijo que existía, empero hay algunos hombres que con sus opiniones se oponen a ésta idea de otros hombres y teorizan que el hombre muere pero el hombre como género o especia no desaparece y que para el hombre no hay una consecución, otro mundo el cual habitar, el cual ser respirado por el hombre; el hombre no lo sabe o lo habrá olvidado si la muerte del hombre fue falsa y el hombre por flaqueza le tuvo confianza, desde entonces el hombre muere y le aterra que algo grotesco formulado por el hombre le castigue una vez perezca. De ahí la doblemoralidad del hombre, la moral que le exima del juicio escatológico y la moral que le reprime, le detiene su armónico bestial fluir.
Luego el hombre acrecentó el ego, dejó de pintar a dios que era hombre y pintó al hombre que era un dios, el hombre estipuló la jerarquía de lo mundano y lo divino –y todo es mundano y divino porque el hombre le infiere dualismo-, así entonces habitó su fantasía, se divinizó; en épocas posteriores plasmó el subjetivismo del hombre. El hombre contempló al hombre, fruición del hombre por el hombre, esa fue la historia del arte. Y así sucedió con la escultura, la pintura, la danza, la música, el teatro: el hombre edificó obras, construyó corrientes, que si no eran parcialmente sobre el hombre, remiten a abstracciones del hombre sobre el mundo del hombre, donde el hombre habita, porque el hombre deambula para bordear la nada.
El hombre no sabe lo que el hombre desconoce, pero nada ocurre porque de ello no se da cuenta, si de ser posible el hombre supiera aquello que no sabía y tuviera por resolución que sabe lo que no sabía anteriormente, ello no sería suficiente para sustentar o sostener que el hombre sabe lo que no sabe.
Esto lo escribe, mediante símbolos que el hombre emplea para redactar, un hombre según los parámetros propuestos y manejados por el hombre – ¿y qué será esa ideología del hombre que se denomina: hombre?-. [AVante].
Protágoras.
Los hombres cuentan la historia del hombre (la historia, ciencia del hombre como todas las otras ciencias), el hombre aparece o eso dicen y “aparecer” es un concepto que inventaron y pronuncian los hombres como todos los otros conceptos que usan al hablar los hombres. Hablar comunica a los hombres con otros hombres mediante el lenguaje que fue asimilado o artificio elaborado (mística de poca credibilidad según los hombres, pero aunque alejada de la razón no deja de ser validada) por los hombres para transmitir mensajes acerca del hombre, de cómo pensaba el hombre al hombre, de la naturaleza que percibía el hombre según la óptica del hombre, de las cosas con las que interactuaba el hombre, y este las descubría o las inventaba en base a su creatividad (facultad del hombre según el mismo hombre), de los supuestos del hombre acerca de lo que el hombre desconoce (orígenes, fines, el presente punto intermedio), al hombre le genera duda y al hombre le incita responder, porque responder es una práctica del hombre que apacigua por instantes (medida indeterminada del tiempo, encuadre que el hombre –dice- encuentra en todas partes) al hombre. Por ésta misma incertidumbre que al hombre aqueja, creyó en otros seres distintos al hombre que primeramente fueron resultado de la imaginación del hombre, pero como el hombre sólo se tenía a sí (soledad del hombre) no pudo crear algo realmente distinto del hombre (el hombre creó a dios, a las deidades a su imagen y semejanza), era particularmente una idealización del hombre respecto al hombre o en su defecto: el listado de facultades contrarias a las del hombre vertidas en este infructuoso intento del hombre que sólo refleja su frustración porque la creencia no funciona, en cierta medida ya no puede controlar el dogma que el mismo hombre articuló, diferenciar entre lo real y lo fantástico aunque ambos sean consideraciones del hombre sobre la realidad del hombre y como segunda consecuencia, el hombre reconoce que el hombre no puede salvar al hombre, si esa es la pretensión del hombre está condenado –y no por querer salvarse el mismo, sino por pretender salvarse de los designios de un ser que representa los límites del hombre, por esto dios puede hacer lo que el hombre no consigue pero no puede explicar cómo lo hace: el hombre sigue sin responderse, dios le resulta inútil, a lo sumo, apenas un paliativo-.
El hombre en su relación con los otros animales, los caza y los defiende del propio hombre; extermina la vegetación que protege.
El hombre hizo la guerra, perfeccionó la técnica que el hombre practicaba desde la cerámica que el hombre moldeaba y el hombre mercaba, la orfebrería con la que el hombre cortaba y pulía las piedras que el hombre extraía de las minas. Construyó las armas blandidas por el hombre para matar hombres y conquistar poblaciones de otros hombres; corrió la sangre del hombre por el acero del hombre. Al perecer los hombres se pudrieron como todas las especies, como todas las bestias, y según las mitologías producto de las ideas del hombre, el hombre pensó que al morir en batalla contra otros hombres –con implicación política, económica o territorial que sólo a los hombres importa-, iría al valle de los héroes, todos hombres, hasta el final de los tiempos y del hombre, final del cual el hombre quiere escapar con más poesía escrita por el hombre; el hombre pretender escapar del final que el propio hombre dijo que existía, empero hay algunos hombres que con sus opiniones se oponen a ésta idea de otros hombres y teorizan que el hombre muere pero el hombre como género o especia no desaparece y que para el hombre no hay una consecución, otro mundo el cual habitar, el cual ser respirado por el hombre; el hombre no lo sabe o lo habrá olvidado si la muerte del hombre fue falsa y el hombre por flaqueza le tuvo confianza, desde entonces el hombre muere y le aterra que algo grotesco formulado por el hombre le castigue una vez perezca. De ahí la doblemoralidad del hombre, la moral que le exima del juicio escatológico y la moral que le reprime, le detiene su armónico bestial fluir.
Luego el hombre acrecentó el ego, dejó de pintar a dios que era hombre y pintó al hombre que era un dios, el hombre estipuló la jerarquía de lo mundano y lo divino –y todo es mundano y divino porque el hombre le infiere dualismo-, así entonces habitó su fantasía, se divinizó; en épocas posteriores plasmó el subjetivismo del hombre. El hombre contempló al hombre, fruición del hombre por el hombre, esa fue la historia del arte. Y así sucedió con la escultura, la pintura, la danza, la música, el teatro: el hombre edificó obras, construyó corrientes, que si no eran parcialmente sobre el hombre, remiten a abstracciones del hombre sobre el mundo del hombre, donde el hombre habita, porque el hombre deambula para bordear la nada.
El hombre no sabe lo que el hombre desconoce, pero nada ocurre porque de ello no se da cuenta, si de ser posible el hombre supiera aquello que no sabía y tuviera por resolución que sabe lo que no sabía anteriormente, ello no sería suficiente para sustentar o sostener que el hombre sabe lo que no sabe.
Esto lo escribe, mediante símbolos que el hombre emplea para redactar, un hombre según los parámetros propuestos y manejados por el hombre – ¿y qué será esa ideología del hombre que se denomina: hombre?-. [AVante].
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