Sikeltowenz ,el vendedor.

domingo, 21 de marzo de 2010
No es la historia de un galeno quebrantando las pautas del buen médico hechicero, que teniendo prohibido el irrumpir en las prácticas de las artes oscuras, recurre a la alquimia para transmutar con arsénico la energía que mueve al espíritu de su amada fallecida. De tan feo, no hubo duquesa, villana o esclava que le encontrase el atractivo. No, no trata de eso.

Tampoco de un noble o integrante de la realeza que al no ser le primogénito heredero, trabe el complot que desestabilice los poderes del reino, ultime los personajes que le sean obstáculo y tome posesión sembrando el caos -hoyos negros de la épica poesía antigua- y hundiendo a la nación subordinada ante su megalomanía, hasta que un sobreviviente de la familia real, un jinete desterrado en busca de doncellas y aventuras -con doncellas- o un homúnculo de granjeros y educado por hadas en el bosque, aparezca y le de fin a su tiránica regencia.

Ni de un monarca que despachaba a sus consortes segun el tedio o de su excéntrico hijo que una vez degollados los desertores, les colocaba una calabaza sobre el cuello. Una reina -anteriormente citada- que por aburrimiento acabo con todo el pueblo, invitandolos a cenar a su castillo y liquidandolos uno a uno. Una princesa que puso de pies a la corte, saltando de alcoba en alcoba.

En todo caso, el relato cuenta sobre un vendedor. Los niños le cantaban "Sikeltowenz, eres un desalmado, vendiste a tu madre por ambicioso, y por avaro nadie te quiere". Lo que no saben, es que Sikeltowenz los vendería también a ellos, si alguien pagara un duro por una treta de infantes ruidosos, así como lo hizo con su madre, los restos de su padre, a su mujer que intercambió por oro blanco con un mercader extranjero o a sus propios hijos que los dejó en un circo de deformes por tan solo una monedas conmemorativas.

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