La muerte y la vida fueron amantes, pero por la condena que en su génesis el concepto engrendra, la muerte la mató y quedó desolada y viuda; ella la viuda como la negra araña, que dejó a su consorte muerto, por ser la muerte, en la telaraña.
La muerte mató a la vida, su amada vida, y por despecho nos mata y los mata. Los seres que se mueven y respiran guardan la vida, la muerte intenta encontrarse de nuevo con ella a través de ellos, pero se ceba el nexo, la muerte entra en el cuerpo y la vida se escapa, expira.
De la muerte, el muerto y la muerta vengan la herida que le sostiene la vida, pues son los vivos y las vivas las que extrañan y persistenten en perseguir a los desmemoriados muertos.
La muerte es la última viva, la vida se le muere a cada rato. La muerte no sabe que su amante vida la siguió hasta su entierro, pero le faltaron fuerzas, le faltó el concentimiento del excéntrico tiempo, siendo ésta mortal y perecedera, terminó muerta también; el más valioso objeto que la muerte ha coleccionado y que quisiera tenerla fuera del frasco, la repisa, la gaveta.
La vida ama la belleza vibrante de los sistemas sangrantes, que transpiran y se contraen, los colores de los vivos, las texturas y los olores de las vivas, ésta le reprocha a su amorío de muerte el aniquilar todo lo que ella quiere y aprecia. La muerte lo pudre, lo descompone, lo desintegra. Mata a la vida y en algun momento (si el momento se deja ser testigo y escenario -de un asesinato-) ha de tragarse a sí misma. Muerte, estira la mano, tócate el pecho. Muere en tu mortandad amante -moribunda-.
La muerte mató a la vida, su amada vida, y por despecho nos mata y los mata. Los seres que se mueven y respiran guardan la vida, la muerte intenta encontrarse de nuevo con ella a través de ellos, pero se ceba el nexo, la muerte entra en el cuerpo y la vida se escapa, expira.
De la muerte, el muerto y la muerta vengan la herida que le sostiene la vida, pues son los vivos y las vivas las que extrañan y persistenten en perseguir a los desmemoriados muertos.
La muerte es la última viva, la vida se le muere a cada rato. La muerte no sabe que su amante vida la siguió hasta su entierro, pero le faltaron fuerzas, le faltó el concentimiento del excéntrico tiempo, siendo ésta mortal y perecedera, terminó muerta también; el más valioso objeto que la muerte ha coleccionado y que quisiera tenerla fuera del frasco, la repisa, la gaveta.
La vida ama la belleza vibrante de los sistemas sangrantes, que transpiran y se contraen, los colores de los vivos, las texturas y los olores de las vivas, ésta le reprocha a su amorío de muerte el aniquilar todo lo que ella quiere y aprecia. La muerte lo pudre, lo descompone, lo desintegra. Mata a la vida y en algun momento (si el momento se deja ser testigo y escenario -de un asesinato-) ha de tragarse a sí misma. Muerte, estira la mano, tócate el pecho. Muere en tu mortandad amante -moribunda-.
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